martes, 27 de marzo de 2012

Cine y psicoanálisis

Notas de cine y psicoanálisis
Entre las tantas miradas que pueden apreciar lo que las obras
cinematográficas nos brindan según los campos de estudio, historia personal,
nivel sociocultural o política entre otros, por ahora existe un interés particular
que el psicoanálisis se acerca al cine,
ya que éste ofrece a las personas un efecto no sólo de espectador sino de
participante en la obra. Desde este punto de vista el cine mezcla un gran
material técnico y teórico que el psicoanálisis encuentra desde su teoría un
entendimiento fascinante. El cine además de entretenernos nos enseña en simples
o complicadas imágenes el valor del simbólico y ejemplifica extraordinariamente
conceptos de estudio vistos en pacientes, así consideramos que el cine como
objeto es un dador de sentido, como el texto que es leído, como el sujeto
descifrado.
Ese efecto que produce el cine no es algo que deba pasar desapercibido,
precisamente por él es que este tipo de arte persiste e insiste en la sociedad,
evolucionando y cambiando igual como cambiamos los sujetos pero siempre
estático en el punto de producir en el espectador una interrogante en los
instantes de observador una película, esos simple minutos de estar sentado
frente a la pantalla y mirar un serie de imágenes pueden marcar en el sujeto un
antes y un después en su vida, cuando esto ocurre es un acto que conmueve al
espectador y convertirá ese film en un objeto inolvidable.
No todos los films
producen estos efectos, y tal vez no todos los sujetos están en el lugar
de alcanzarlos; pero el psicoanálisis se interesa en el cine que produce
repercusiones y deja en el cuerpo del espectador un sensación que a veces es
imposible de explicar, porque toca ese real en cada sujeto.
Y me ubicaré en un punto particular que el cine utiliza como
herramienta, visualizada tanto en películas de Lynch o en otras dentro del
círculo de cine-arte; es esa manera de acercarse a los objetos y presentando
una realidad distinta cuando una toma es mirada de cerca o de lejos. Cuando
esto ocurre la percepción cambia y el sentido unida a él, cuando desde un punto
de vista se pensaba que algo tenía una significación la imagen se aleja y esta
significación cambia rotundamente, interrogándonos sobre lo que ¿qué hay que creer
cuando se observa, sobre qué es realidad, sobre cuál es el sentido de las
cosas, sobre cuál es el sentido en sí? Van a existir distintas maneras de
observar lo mismo dependiendo de la ubicación de la cámara, del ojo, del
espectador.
Realidad y sentido dos puntos continuamente evidenciados en
la serie de imágenes presentadas en los films, siempre amenazando al espectador
que eso que ve no es, que eso que cree es otra cosa. El psicoanálisis trabaja en esta misma línea
por esta razón el material cinematográfico nos enseña que aunque seamos de
distintos campos, apuntamos en el sujeto a un técnica similar que es
interrogar, dividir, sacar de la comodidad de los semblantes y sus sentidos,
para ir más allá y quedarse en el punto de dudar de lo que se sabe. Vaciar,
destruir y construir sentidos a medida que pasan los minutos de la película y
quedarnos al final con una aproximación de lo que nos dijo la cinta pero
también con el dilema de que tal vez lo que pensamos no es. Es como Lacan nos
dice que si uno cree haber comprendido seguramente se está equivocado.
Por Psi. Martha Idrovo V.

Breves ideas sobre el goce

Breves ideas
sobre el goce
Grupo de estudio CEIP: Seminario XX

El presente
trabajo está motivado para entender un poco más sobre este concepto tan
importante en la clínica psicoanalítica que es el goce, palabra que retumba y
que en cada uno según su historia tiene una potencia particular. Trataré de
percibir cómo llegó este término a nuestro estudio y qué se hace con este ya
sea como analistas y como analizantes.
En el seminario
XX Lacan nos brinda varias ideas sobre el goce pero este empezó a formularse
desde los seminarios IV y V con unas idas y venidas confusas y hasta forzadas
en algún momento, pero indispensables para llegar a comprender el tan famoso
goce. Por esta razón antes de entrar a
trabajar lo que Lacan nos expuso en Aún,
caminaré un poco por el recorrido que hizo basándome en los seis paradigmas del
goce de Miller.
Cuando Lacan
apuesta todas sus fichas para explicar que lo simbólico es todo, dándole al
sentido de las palabras el lugar fundamental en la experiencia analítica donde
el inconsciente como lenguaje debía ser descifrado y la satisfacción simbólica
fue la primera respuesta válida para el destino de las pulsiones, aparece una dimensión que no es tomada en cuenta y
tiene alta relevancia, lo imaginario deslumbra con otro tipo de lógica y
satisfacción y aquí el goce imaginario, primer paradigma el cual ya va haciendo
ver al goce con su carácter de no poder ser simbolizado, ya que Lacan coloca
como dimensión imaginaria todo lo que no puede ser ubicado en la satisfacción simbólica. Aquí existen dos lugares lo simbólico que es dinámico
y lo imaginario que es lo estancado e inerte.
El goce
imaginario emerge cuando se fractura algo en la cadena significante y es
obstáculo de esta, siendo para Lacan todo lo que es libidinal en Freud.
Simultáneamente
cuando Lacan se percata de la existencia del goce imaginario no deja de lado su
fascinación por lo simbólico y poco a poco va constituyendo su segundo
paradigma que es la significatización del goce, donde él percibe que el
imaginario está dominado por lo simbólico y por lo tanto articulados, siendo el fantasma el punto de
nexo y en el cual por un largo tiempo se centrará la cura analítica. Pero lo más importante en este paradigma es
el paso del falo imaginario al falo simbólico, el falo como un significante.
Al
significatizar al goce Lacan se tropieza con la pulsión de Freud, ya que la
reduce a una cadena significante, surgiendo entonces el tercer paradigma, el
goce imposible, donde la verdadera satisfacción pulsional no se encuentra ni en
lo imaginario, ni en lo simbólico sino en lo real. En este paradigma el goce es absoluto en su
plano real y no esta anulado por el significante transformado en deseo como lo
planteaba en el segundo paradigma, apareciendo das Ding como la cosa que queda fuera de cualquier significación, y
oponiendo la homeostasis del placer y los excesos del goce, dejando a este último
como el malo de la película, evidenciado en los síntomas del sujeto, definiendo
síntoma como la incompatibilidad entre
goce y sujeto.
Luego en el
seminario XI Lacan plantea una nueva alianza entre lo simbólico y goce,
llamando a este cuarto paradigma el goce fragmentado el cual no es absoluto ni
inaccesible sino que se puede llegar a el por el huequito de una pulsión que va
y viene. En este paradigma se cambia la
noción de un goce horroroso del cual nada se quiere y se puede saber porque
pone al sujeto como el sádico enfermo si es que de alguna manera expresa y
manifiesta su presencia, a un goce fragmentado por las pulsiones parciales que se encuentran en
todo sujeto y que gracias al goce pulsional automático se recorre el camino
normal de la pulsión que responde al vacío significante, por eso es menester
precisar que goce y significante están relacionados.
En este punto se
entiende mejor la dinámica del goce como lo explicó perfectamente Freud con su
teoría de la pulsión, Lacan empieza su recorrido desde esta teoría y de manera
paulatina llega a entender al goce como pulsión.
Al acercarse al
seminario XVII Lacan formula su quinto
paradigma, que es el goce discursivo donde destaca que la relación entre
significantes y goce es primitiva y originaria, es decir no se da lo uno sin lo
otro. Este paradigma también lo explica Lacan en el seminario XX que es por el
cual estamos acá reunidos, siendo este trabajo inspirado por la lectura de Aún.
Entonces ¿Cómo se origina el goce? Se
origina por la introducción del sujeto a la estructura del lenguaje y no por
una contingencia histórica, ya sea esté sujeto a los significantes o atravesados
por ellos sin encadenarlos, es decir el goce es exclusivo al ser humano por
estar inmersos en el mar de significantes, y estos como sabemos son limitados y
por eso producen esa hiancia de donde
emerge el goce que existe e insiste, empuja al sujeto a algo que trata de darle
sentido pero como tal no tiene, ni tampoco utilidad, pero tiene un fin, el
recorrido de la pulsión que es una satisfacción distinta a la del principio de
placer, ya que no acaba por satisfacerse sino en dar la vuelta, y eso la hace
excesiva e insistente.
Se puede decir que la dinámica de goce empieza desde la inmersión significante
la cual encadena los tres registros, del lado real aparece el goce que empuja
el movimiento de los otros dos, lo simbólico e imaginario, tratando de darle
sentido a lo imposible del goce. Y en
aquellos sujetos que intentan alcanzar la relación sexual y no comprenden que es imposible realizarla
estando vivos, se enfrentan con la muerte y la autodestrucción, por eso al goce
hay que manejarlo, limitarlo, redistribuirlo y contenerlo por medio de lo simbólico
e imaginario, que es esa su misión.

Pero antes de entrar de lleno en lo que
nos esclarece sobre el goce el seminario XX, expondré otras ideas sobre el
mismo, como por ejemplo la noción contemporánea de que no existiría el goce
sino los goces, ya que el goce como uno es imposible, porque es la no relación
sexual.

Además tendríamos diferencias entre:
· Goce Otro.- que
se encuentra en la psicosis. Donde es el Otro quien goza del cuerpo del
psicótico.
· Otro goce.- que
es el goce femenino, donde pueden haber tantos goces como mujeres en el mundo,
un goce que no está definido por el falo sino más allá de él.
· Goce del Otro.-
encuentra su lugar en el goce fálico. Este es el goce imposible, de la no
relación sexual.
· Goce místico.- es
el que se siente pero nada se sabe, no pasa por el significante fálico por eso
se vincula al goce femenino.
Pero esta idea de los goces luego es
debatida en Aún por la existencia de que hay el goce del uno sin relación al
otro, sino en relación al cuerpo viviente que habla. De todas maneras la idea
de la pluralidad de goces puede ser entendida en la medida que no existe una
solución terapéutica al goce ya que este no se puede reducir a 0, siempre que
caduque un goce va a aparecer otro en relevo, porque como se detalló antes el
goce obedece al recorrido de la pulsión que jamás dejara de dar la vuelta al
agujero. Desde esta visión el goce siempre sería femenino porque no se agota y
además no siempre pasa por el significante fálico. Pero para algunos la idea es
hacerlo pasar por el falo porque lo regula.

Y a todo esto ¿Qué es el goce? es lo que
no sirve para nada, siendo una instancia negativa, porque no puede ser
simbolizada, es esa ganancia que no hay que despilfarrar, siendo cada sujeto
responsable en cómo utilizarla, es decir es útil en la medida que hace ver qué
elaborar con lo imposible. El goce
insiste en enfrentarnos en la imposibilidad de la relación sexual y esa
insistencia que no debe pasar desapercibida nos hace a cada sujeto trabajar en
la manera en cómo cada uno responderá a esta falta, nos hace descubrir
recursos, respuestas y modos para desplazar, transferir o sustituir este goce
que de alguna manera se satisface, y precisamente en el método que cada uno
practique para maniobrar con su goce, si es que este logra un balance entre
satisfacción pulsional y estructura significante es que el sujeto encuentra la felicidad,
la cual son sólo instantes.

Y siguiendo esta línea donde se insiste
en la articulación entre los significantes y el goce ya que como se dijo no hay
el uno sin lo otro, se puede detallar lo que nos dice Aún que el significante
es la causa del goce, y esto tiene relación con el goce del uno que nos habla
este seminario, el goce no solo con el propio cuerpo sino con el cuerpo del
otro, entendiendo que para gozar del cuerpo es necesario simbolizarlo, no se
puede gozar de todo un cuerpo sino de una parte de él, y esa parte es
seleccionada dependiendo a la significación que le dio el sujeto. El goce es activado por el significante.

Pero el seminario XX también nos aclara
que el goce y el amor poseen dos caminos distintos. El amor va por el lado del deseo, netamente
simbólico, contrario al goce que aunque articulado al significante es real y busca
satisfacerse en su recorrido, el goce no se engaña, ni cree en la relación
sexual, es más evidencia su imposibilidad.
El amor es incapaz aunque sea recíproco, pide signos incesantemente,
siendo un recurso del sujeto para manejar la no relación sexual jugando a que
sí existe. En resumen el amor es un
medio simbólico para hacer algo con el goce, siendo el significante causa y
regulador del mismo.

Y ahora si el goce recorre los caminos
normales de la pulsión, ¿Por qué atormenta? Precisamente por eso, es
implacentero porque es placentero, obedece a la satisfacción del recorrido de
la pulsión y cada ser hablante conoce que existe algo por decirlo rico en ese
recorrido, pero como éste no deja de dar la vuelta, resulta excesivo y sin fin,
dándole al goce su efecto de mortificante y destructivo. No hay que tratar de satisfacer al goce
porque no se puede, este posee otra lógica, pero tampoco hay que evitarlo
porque existe y es activado por el significante, y como sabemos somos
significantes.

¿Y qué hacer con el goce? Por el lado del analista y analizante debemos
estar advertidos que el goce irrumpirá constantemente. El analista llevado por el sexto paradigma
que indica que existe el goce del cuerpo que habla, sabe que la única manera de
llegar al goce es por medio de la palabra, así que utilizará medios
simbólicos-imaginarios como el semblante para llegar a lo imposible. El
semblante hace creer que hay algo donde no lo hay, precisamente hace creer que
existe la relación sexual, pero aquí retumba la frase de que hay que prescindir
del padre valiéndose de él, puesto que aunque se intente rebajar esos
semblantes que solo tapan lo imposible, se los necesita para llegar a este. Por
tanto el analista presta su cuerpo para que produzca algo en el analizante,
puesto que el goce se relaciona con el cuerpo unido a un significante, por lo
que el analista estará a la espera de qué significante activa el goce que su
cuerpo presentifica como real. Este uso de los semblantes no es resultado
exclusivo de una decisión del analista. Su formación como tal a raíz de su
análisis personal da este consentimiento, es decir que la propia relación del
analista a lo real le habilitará a
encarnar el semblante que convenga y hacer el "buen uso".
Por el lado del analizante es estar
atento a qué significante esta unido su goce, enfrentar lo que este demuestra
que es la no relación sexual, y qué hacer ante esto, en la medida de no
intentar satisfacer el goce puesto que es imposible sino tratar de redistribuir
su energía de una forma que no sea dañina ni para uno ni para los otros, ya que
se conoce que todos los excesos son malos y el goce si no se lo limita tiende
al exceso.

Aunque al amor se lo ubique como
sustituto de la no relación sexual, es necesario detectar cuando amor y goce se
confunden. El amor va por la vía del
deseo y lo simbólico, además de no tener nada que ver con el sexo, se juega con
el intento de completar al otro y completarse por medio de gestos y palabras románticas
y todo lo cursi que eso envuelve. Como va por el lado del deseo, no destruye
sino que construye ciertas maneras para vérselas frente a ese otro y el Otro.

Pero que ocurre cuando la mujer que es
golpeada proclama que eso sucede porque es amor, que su hombre la ama por eso
la golpea. Es el caso de Brenda una
mujer de 45 años que acude a consulta porque su esposo le es infiel, durante
las entrevistas sale a relucir que es constantemente golpeada por su pareja,
pero esto no es lo que la hace sufrir sino que vio a su esposo con otra. Brenda no se pregunta si está bien o mal que
su marido la golpee, lo ve normal y dice que él lo hace para que ella aprende a
ser una buena mujer, es decir lo hace porque la ama, es normal porque creció en
un contexto familiar donde las mujeres eran golpeadas para que se produzca un
aprendizaje, pero cuando su hombre empezó a golpear a otra mujer y no solo a
ella se produjo el problema. Aquí el goce esta unido al significante del golpe
que dispara en Brenda su manera de gozar, ella está muy cómoda en su goce sin
hacerse pregunta por él, pero esto no va
por el camino del amor, porque el golpe al cuerpo es algo real que no
construye nada, sin deseo, sin palabras, puro goce destructivo.

A pesar de que Brenda sea neurótica histérica
con todo el mar de significantes que podría utilizar para limitar ese goce y
darle la vuelta, tenemos a Francoise (caso extraído del texto “Amor en la
psicosis”) joven de 27 años, con psicosis, que asegura que tener un compañero
evita que caiga en el vacío, y conoce a un joven que tiene tolerancia hacia la
petición de ella de convivir sin coito ya que la penetración de esta pareja le
angustia, pero esa tolerancia se agota. Valiéndose de su creatividad distribuye
vasos alrededor de su cama como una “corona de vacío” que contenga su angustia,
pero con la condición que su pareja se vende los ojos durante el acto sexual,
poco después él desea verla y Francoise crea otra solución un bricolaje con
trozos de madera de un basural y pequeños pedazos de carne cruda, coloca el
cuadro encima de la cama, y crea un “espacio concedido”, que alivia la angustia
de estar demasiado encajada con su pareja durante el coito. Este claramente no es un amor neurótico,
ligado al falo o como suplencia de la no relación sexual, pero es amor en la
medida que ella crea un objeto vacío, el vaso o el cuadro, que abre un agujero
de la falta y así desconecta goce del órgano y muerte y así pueda permanecer
con su compañero que ama.

Es obvio que hablar de amor en la
psicosis da para otra reunión pero solo esbocé estos casos para ejemplificar la
presencia de goce en todo ser humano y cómo es posible utilizarlo de acuerdo a
nuestra creatividad y así evitar que este nos persiga como algo aterrador, el
goce existe y existirá ya que es un impasse resultante de la estructura del
lenguaje, pero agradezcamos que tenemos el mismo para poder domarlo, el lenguaje nos deja este “regalito” pero
también nos ofrece su solución.

Por Mg. Psi. Martha Idrovo V.



Bibliografía
Lacan Jacques, Seminario XX. Editorial Paidós, Buenos
Aires-Argentina, 2006. Cap. 1-6.
Lacan Jacques, Seminario XI. Editorial Paidós, Buenos
Aires-Argentina, 2006.
Miller
Jacques-Alain, La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. Editorial
Paidós, Buenos Aires- Argentina, 2003. Cap. 12-14.
Miller
Jacques-Alain, Amor en la psicosis.
Editorial Paidós, Buenos Aires-Argentina, 2008, Pág. 13-23.

viernes, 22 de enero de 2010

EL LUGAR DEL OBJETO EN LA PSICOSIS

El trato preciso de extracción del objeto

El tema de interés en el presente trabajo es comprender más de la psicosis en relación de ¿Qué hacer con un sujeto psicótico que confundido como objeto se presta como objeto de goce del Otro? ¿Hay una manera de tratar la psicosis para que salga del lugar de objeto, en la cual el psicótico está posicionado por la forclusión del Nombre del Padre?

Para llegar a comprender estas preguntas, primero se detallará la psicosis en relación al objeto. El ser humano al nacer y a traspasar el estadio del espejo logra construir su primera identificación, logra el niño diferenciarse de la madre, como una entidad diferente a los demás objetos que lo rodean. Esta diferenciación no es inmediata para el infante, éste alcanzará su logro posterior cuando adquiera el lenguaje, donde asumirá su imagen como propia y le pondrá sentido. Esta separación del niño con la madre es posible gracias a la función paterna. En la psicosis al estar forcluido el Nombre del Padre con su función de corte, el psicótico al faltarle lo simbólico, que es lo que le permite al infante dominar al mundo, manipularlo y sentirse diferenciado de él, no se logra diferenciar de la madre y de los otros objetos quedándose alienado a estos. El sujeto psicótico queda confundido como un objeto más en el espacio que lo rodea, siendo así los objetos prolongaciones de su propio cuerpo. La forclusión del Nombre del Padre impide la operación de la castración, y al faltar la falta, el sujeto queda como esclavo de los imperativos de goce del Otro.

En el sujeto es necesaria la extracción del objeto para constituirse como tal. El juego del fort-Da, se da con la extracción del objeto, ya que el niño puede tener presente a la madre, pero también sentir su ausencia, separándose y diferenciándose de ella. Según Miller “el objeto a es un jirón (pedazo desgarrado) de su superficie y es su sustracción de la realidad la que la enmarca”. El sujeto debido a su falta en ser, crea. Precisamente por la extracción del objeto y el agujero que esto deja, es que el sujeto en ese agujero, puede crear algo para asimilar su falta. Es lo que introduciría al sujeto en el orden fálico, puesto que el falo viene bajo la forma de una falta, sobre esta falta el sujeto elabora un saber supuesto. En el sujeto psicótico al no haber la extracción del objeto a, este no queda incluido en el orden fálico, no se constituye como falta en ser, sino como ser con su objeto a confundido con él. Por esto el psicotico se presta como objeto de goce del Otro, percibiendo una multiplicación del objeto, donde es hablado, comido, cagado o mirado. Confundido como un objeto más, el psicotico no logra manipular y utilizar los objetos pulsionales para su goce propio, sino que se convierte en un objeto de goce del Otro. Sujeto y objeto son lo mismo para el psicótico, por eso se percibe a sí mismo como si fuera un otro, el habla o mira como otro en su propio ser, o es hablado y mirado por su misma posición de objeto.

Ahora bien, si el psicótico se presta como objeto de goce del Otro por estar confundido como objeto debido a la forclusión del Nombre del Padre, al no instaurar el orden simbólico la separación madre-niño y que logre su identificación , ¿qué es lo que quiere lograr el psicoanálisis con el trato con el psicótico?. Precisamente el psicoanálisis lo que desea es realizar una extracción del objeto en el psicótico, tal vez no una extracción como la lograda por el neurótico, ya que éste si contó con la función paterna, pero si es posible realizar una extracción por fuera del orden fálico, pero que logre que el sujeto psicótico salga de su posición de objeto y pueda decir algo de si mismo, pueda responder en algo sobre lo que le sucede, siendo sujeto psicótico, pero sujeto.

Para realizar esta extracción, el analista conoce sobre la operación psicótica de prestarse como objeto de goce del Otro. Este Otro se presenta como un todo saber que goza maléficamente del sujeto psicótico, por este conocimiento, el analista no se va a presentar como un Otro todo saber para el psicótico, sino por el contrario, el analista busca otra posición para que el sujeto psicótico logre establecer un lazo con él y demande ser escuchado. El analista se presenta para esto como un semblante de objeto, con esto logra que el psicótico salga de esta posición de objeto que el analista ocuparía y pase a ocupar su lugar como sujeto que le habla al analista sobre lo que le ocurre, pero no es hablado, el psicótico puede empezar a hablar. “La propia división subjetiva del analista, posibilitará que el psicótico vaya a ocupar ese mismo lugar de división, dirigiendo su queja, o eligiendo como destinatario del síntoma, del delirio, del Otro del que es objeto de goce, al analista” [1]

Al lograr que el psicótico pueda desplegar un discurso, por medio de su delirio, hace que este cree efectos de sujeto y es aquí donde se posibilitará algo del orden del desprendimiento del objeto con el cual está identificado el sujeto psicótico, por lo que podría salir de puro objeto de goce del Otro a gozar con el semblante de objeto que se le presenta con el analista. En el acto de hablar, el psicótico limita al goce, lo atempera, puesto que esto es lo que realiza la palabra, sirve de filtro al goce para que no inunde al sujeto, he aquí la importancia de hacer hablar al psicótico, a través de su propia creación de delirios sobre lo que le ocurre, sobre lo que escucha, sobre lo que siente como invasivo a su ser. Al dirigir sus enunciados al otro del analista el psicótico se tacha produciendo un efecto de sujeto y una producción de significantes que lo constituyen como tal, además de formar un lazo con el otro.

“ La tarea del analista se establece sobre la maniobra de desalojar al paciente de su lugar de condensador de goce; de ir separándole, distanciándole del goce del que es objeto, atemperar el goce que le consume a través del proceso en que el psicótico habla y le dirija su palabra al analista”[2]

El delirio viene a ser una manera de reparar el Nombre del Padre forcluido, metáfora subjetiva no fálica que por medio de la cual el sujeto construye un anclaje en el campo de la significación. El analista al inducir en el trato con psicóticos a que este cree un delirio, lo saca al sujeto psicótico de su posición de objeto, víctima de los imperativos y manipulaciones del otro, el sujeto logra decir algo y responder sobre lo que percibe como invasivo, y en este acto de responder, existe una extracción de goce y del objeto incorporado en él, no quedándose como objeto- víctima ,sino que logra salir de esta posición al enunciar por medio de la palabra al otro del analista sobre lo que le amenaza y tal vez lo que puede hacer para no seguir amenazado. A través del acto de hablar el analista trata de que el sujeto psicótico construya una barrera al goce, organizando por medio del delirio un goce que estaba desamarrado.

Para ejemplificar lo expuesto anteriormente se traerá a colación el caso de Yves, trabajado por Virginio Baio. Yves, niño de cinco años que no habla y golpetea las cajas plásticas de las galletas, además no come y sólo roe el borde de las galletas. A este niño que no habla había que maniobrar la forma de hacerlo tener que dirigirle un enunciado al otro, y se lo hizo no dándole todos los alimentos del menú y otorgándole galletitas rotas, la respuesta de Yves fue de reclamo ante lo que le faltaba. Yves pasa de un golpeteo metonímico que lo ubicaba como un objeto ensimismado igual que su caja de galletas, a crear un reclamo al otro que le extrae algo, haciéndolo sentir que le falta, lo agujerea, y este efecto de división lo construye como sujeto, puesto que empieza a desplegar una metáfora delirante a partir de eso que fue quitado, a posicionarse como sujeto que habla sobre lo que le falta. Pero este es un primer paso del analista, luego este debe maniobrar la manera que el sujeto psicótico lo coloque al analista en el lugar de su notario, esto lo logra primero ubicándose como semblante de objeto, vaciado de saber, presto a recoger el saber del psicótico. El analista tiene la posición de S2 para que el psicotico haga cadena en el campo significante

Otro ejemplo es el caso de Pippo, un niño que estaba encerrado en su mundo, como si fuese sordo, ciego y mudo. Lo único que hacía Pippo es golpetear contra el vidrio un vaso que tenía en la mano, esto conjuntamente con un ruido que hacía con los labios. Lo que hace el educador es acompañar el sonido del golpeteo y los labios de Pippo, con sonidos de su guitarra, logrando que Pippo saliera de su mundo solitario que lo ubicaba como objeto a dirigir la mirada al otro, el educador introdujo un corte en el sonido metonímico que Pippo hacía en solitario, y así este pasó a reconocer a un otro aparte de él, este corte que lo agujereó hizo que Pippo creara junto al educador más sonidos distintos al tic- toc repetitivo. El educador hizo una maniobra de extracción del objeto, cortando de alguna manera el goce en solitario que vivía Pippo, extrayendo algo de su goce para dirigirlo al otro a través de su mirada.[3]

Es menester incluir a través de casos los efectos clínicos que dicha extracción conlleva. Se citará algunos que logran que se entienda estos efectos.

El caso Roberto de Rosine Lefort demuestra paso a paso el efecto clínico de la operación de extracción de objeto en un sicótico. Roberto es un niño de 6 años de madre paranoica. Lo marca un evento en la infancia cuando durante una operación lo mantuvieron a la fuerza con un biberón de agua azucarada en la boca para impedirle gritar mientras le agujereaban los oídos. En esta escena Roberto en vez de poder gritar para demandar al otro , posición que le daría un lugar como sujeto, es presa del goce del otro situándolo como objeto a merced de él. Durante la cura de Roberto se puede enfatizar un primer momento donde intenta mutilarse el pene con una tijera de plástico, es un juego de corte en su propio cuerpo, un movimiento de agujerearse, de extraer una parte en la dimensión de su cuerpo (el intento de corte crea la falta, agujero en lo real de su cuerpo, indispensable para que sea posible el anudamiento de sus dimensiones). En un segundo momento Roberto crea un nuevo significante “lobo” con el cual se identifica, otorgándole un lugar que lo ayuda a constituirse, ya que a partir de este significante crea su delirio. Este significante le brinda la posibilidad a Roberto de jugar con otros niños, diferenciándose de un objeto inanimado en la institución a ser el “niño del lobo” donde puede jugar a aterrorizar a los demás niños e incluso se pone en cuatro patas y aúlla. Es un juego que lo saca de su posición de objeto pudiendo ser una forma de extracción de objeto, puesto que al ocupar el lugar de “lobo” significante que él crea, extrayéndolo de su entorno, desarrolla su delirio. Esto implicaría un agujeramiento en la dimensión del lenguaje (el nombrar lo tacha). Un tercer momento es cuando Roberto al correrle la leche que sale de su biberón sobre su cuerpo hasta llegar sobre el pene, nombra su cuerpo a partir del significante ROBERTO, el nombrar o nombrarse es ya un agujerearse y poner un límite al goce, ubicándolo como un sujeto nombrado por el lenguaje y ya no un objeto de goce del Otro, la escena de ver la leche sobre su pene hace que el niño se presentifique nombrándose como Roberto, su propio nombre, el movimiento de la leche sobre su cuerpo podría ser una forma de extracción del objeto, que Roberto utiliza para producir un significante que lo nombra. Como se detalló anteriormente el nombrar también puede ser una manera de operación de extracción de objeto que permite un agujeramiento en la dimensión del lenguaje en el sujeto y su posterior posibilidad de anudamiento. Con este caso se logra exponer el intento de agujereamientos en lo real de su cuerpo, lenguaje y algo del goce del niño, el los propios juegos que el crea, juegos que hacen operar posibles extracciones de objetos que posteriormente en Roberto anuda en un delirio que lo logra estabilizar, crear y lograr lazos con el otro. Cuando se logra la extracción del objeto, este comienza a circular del lado del Otro, puesto que Roberto ya no es el objeto a merced del goce del Otro, sino que logra nombrar, nombrarse, crear, jugar con otros niños. Los significantes que Roberto logra extraer “lobo”, “Roberto”, “pene que da leche” son los que ayudan a encadenarse con otros significantes de manera metonímica, donde aumenta su discurso en un delirio que tiene que ver con su historia y trauma, y de esta forma poder utilizar estos significantes para crear y gozar de ellos, saliendo del plano de ser gozado.

Como última acotación se relatará un fragmento del caso Carla de Silvia Elena Tendlarz, trozo que llama la atención por demostrar claramente el efecto clínico de trabajar con la extracción del objeto en niños psicóticos. “Un día establece la secuencia: canta el feliz cumpleaños en tercera persona…luego vuelve a cantarlo y sustituye Carla por caballito. Se encierra en el placard con el caballito y cierra la puerta. Me apresuro a salir de mi silencio para cortar la sesión y decir chau caballito, mientras la conduzco fuera del consultorio… Al finalizar la sesión siguiente guarda el caballito y dice chau caballito. Este significante queda enlazado a su análisis… Carla empieza a armar pequeñas frases y utiliza más palabras. Se dirige a los otros con la mirada, pide cosas, parece más conectada…”[4]. En este caso se puede entender que a partir de la intervención de la analista dirigida a la separación de Carla a través del objeto que la niña extrae del Otro, le da un lugar a Carla, nombrándose como caballito, utilizando el objeto extraído y saliendo del lugar de objeto condensador de goce de la madre, por medio del corte, comienzan a aparecer cambios significativos en Carla, aumentando su discurso, reconociendo mejor su imagen y separándola del Otro.

Aquí cabe añadir otra manera de trabajar con la extracción del objeto por medio de los objetos que el niño psicótico privilegia, objetos que el niño extrae de su entorno para lograr un movimiento de separación en la alienación del niño con su madre. En el caso Carla, ella privilegia el caballito por la oportuna intervención de la analista, para luego identificarse de alguna manera con este caballito y crearse un lugar a través de el, luego a partir del significante caballo encadena otros significantes “cabello”, “cabellera”, donde empieza un juego con la analista con el cabello de ella y el de la niña, así empiezan otra serie de juegos destinados a que Carla logre diferenciar su cuerpo del cuerpo del Otro, así como su imagen. El simple corte de la analista a partir del objeto extraído por Carla creó el inicio de separar a esta niña de su alienación materna y poco a poco llevaron a la niña a crear su propio cuerpo, imagen y discurso. Pero también el propio analista puede ser tomado como el objeto privilegiado por el niño psicótico, en este caso particular existen la posibilidad que la analista sea el objeto que anuda lo real, simbólico e imaginario a Carla.

En conclusión para entender el trato con psicóticos, siempre para que haya una construcción delirante o de otro tipo por parte del sujeto psicótico debe haber antes una cierta extracción del objeto, para que el psicótico logre separarse de el goce, dejar la confusión y ponerse a crear en su delirio, lo que lo constituiría como sujeto que habla de su historia y se la enuncia a un otro. Es un continuo trabajo de hacer separar, diferenciando el objeto del sujeto.






Bibliografía


Baio, Virginio. El sujeto más allá del niño. Publicación del Equipo 111, Centro de Día Terapéutico-Educativo.

Baio, V. Ir contra lo real del niño. En El síntoma charlatán. ED. Paidós, Argentina, 1998.

Rivas, Enrique. Pensar la psicosis. Miguel Gómez ediciones, España, 2005.

Tendlarz, Silva Elena. ¿De qué sufren los niños? ED. Lugar, Buenos Aires, 2004.
[1] Rivas, Enrique. Pensar la psicosis. Miguel Gómez ediciones, España, 2005, Página 98.

[2] Ibid., pág.99.
[3] Caso extraído de Varios autores. El síntoma charlatán. Baio, Virginio. Ir contra lo real del niño psicótico. ED. Paidós, Argentina, 1998, pág. 284
[4] Tendlarz, Silvia Elena, ¿De qué sufren los niños? ED.Lugar, Buenos Aires, 2004, pág. 136-137.